Dice la leyenda que en una de entre las casi 4000 islas que se encuentran en el extremo sur de Chile, los conquistadores españoles, en el siglo 16, escondían sus tesoros y sus vinos. Tan bien protegidos estaban que no pudieron ser encontrados por los piratas que navegaban la zona.

Generaciones después, la familia Crispi decidió rememorar la leyenda introduciendo Santa Isle, vinos que buscan ser los grandes embajadores de la industria vitivinícola chilena respetando su entorno, mezclando su rica tradición con innovación y permitiendo que la fruta exprese su abanico de colores y aromas.